«Dios Todopoderoso ha puesto ante mí dos grandes objetivos: la supresión del comercio de esclavos y la reforma de las costumbres»
William Wilberforce
El 2 de diciembre se celebra el día de la abolición de la esclavitud y con estas palabras concluyó William Wilberforce su discurso ante la Cámara de los Comunes británica. Su proyecto no fue aprobado y tuvo que esperar hasta el 25 de marzo del año 1807 el asentamiento real.
Pero una cosa son las leyes y otra su cumplimiento por los «lobbies» económicos que intentaban influir en las administraciones públicas del Imperio.
A mediados del siglo XIX la escritora estadounidense Harriet Beecher Stowe, autora de la célebre novela «La cabaña del tío Tom», promovió y dirigió movimientos sociales que generaron potentes opiniones abolicionistas. Así las cosas, la esclavitud fue prohibida en el año 1833 en Inglaterra, en 1865 en EE.UU y en 1880 en España.
La esclavitud es la condición por la que una persona está sometida a otra, perdiendo su libertad.
El esclavista toma posesión del esclavo, pudiendo disponer absolutamente de su destino y descendencia convirtiendo esta persona en una herramienta más para su explotación o mercadería.
La cantidad de esclavos en los siglos XVIII y XIX se contabilizaba en algunos millones, una cifra asombrosamente inferior a lo que se contabiliza en la actualidad.
Aunque declarada en algunos países como ilegal, la terrible realidad y su horror ocupa su ejercicio en la industria textil, el café, el chocolate, etc… y tiene formas diversas: trata de personas, explotación sexual, trabajo infantil, pago de préstamos cuantiosos, trabajos forzados, matrimonios infantiles… son una lacra en nuestra sociedad contemporánea.
Esta falta de afecto del hombre por el hombre nace de un acto de rebeldía por las leyes divinas y se concreta en acciones pecaminosas desaprobadas por Dios que «esclavizan» moral y espiritualmente a sus autores.
Dice Jesús, «De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado» Juan 8:34
Su declaración, no sólo señala a los que practican el esclavismo humano sino a toda persona.
«Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros.» Tito 3:3
«¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?» Romanos 6:16
¿Existe alguna solución para esta esclavitud?
Sí, la hay y es profundamente liberadora.
Jesús dice, «Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.» Juan 8:36