El día mundial del Agua se celebra anualmente el 22 de marzo como un medio de llamar la atención sobre la importancia del agua dulce.
A pesar de que todas las actividades sociales y económicas dependen en gran medida del abastecimiento de agua dulce y de su calidad, en la actualidad unos 2.200 millones de personas viven sin acceso a agua potable.
En particular este año 2022 está dedicado a las aguas subterráneas con el lema «Aguas subterráneas, hacer visible lo invisible»
Su principal fuente de recarga es la lluvia y la nieve que se infiltran en el suelo y pueden extraerse a la superficie por medio de bombas y pozos.
Casi la totalidad del agua dulce en forma líquida del mundo es agua subterránea.
El valor del agua es mucho más que su precio: el agua tiene un valor enorme y complejo para nuestros hogares, la cultura, la salud, la educación, la economía y la integridad de nuestro entorno natural.
Si pasamos por alto alguno de estos valores, corremos el riesgo de gestionar mal este recurso finito.
Hoy en día, el agua está muy amenazada por el crecimiento de la población, las crecientes demandas de la agricultura y la industria y el empeoramiento de los impactos del cambio climático.
De hecho, muchos expertos sostienen que un suministro decreciente de agua podría reducir el avance socioeconómico en el futuro.
Con el fin de acelerar las iniciativas encaminadas a hacer frente a los desafíos relativos a los recursos hídricos, la Asamblea General proclamó el período 2018-2028 «Decenio Internacional para la Acción «Agua para el Desarrollo Sostenible»», que comienza el 22 de marzo de 2018, Día Mundial del Agua y termina esa misma fecha en 2028.
Graves problemas geopolíticos ocurren y se agravaran en muchos lugares del mundo como consecuencia de la escasez y mala administración del líquido elemento.
Las soluciones actuales de desalar el agua marina como plausible alternativa plantea unos costos energéticos que solo pueden sostenerse en situaciones de extrema precariedad.
Siempre el asentamiento de las poblaciones a lo largo y ancho de nuestro mundo han buscado como el lugar más idóneo para su crecimiento y extensión enclaves donde el agua pudiera ser asequible y suficiente para permitir subsistencia y pervivencia en casos de circunstancias de fuerza mayor por ejemplo de ciudades sitiadas.
En la Biblia se menciona el «estanque de Siloé» dentro de los muros de la ciudad de Jerusalén construido por el rey Ezequías (715-687 a.C) que se alimentaba por medio de un canal excavado en la roca de la montaña a unos cientos metros por debajo
«Los demás hechos de Ezequías ,y todo su poderío, y cómo hizo el estanque y el conducto, y metió las aguas en la ciudad, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?» 2ª Reyes 20:20
En este estanque fluía el agua desde el manantial de Guijón para la ciudad ante la amenaza del rey asirio Senaquerib que sitió la ciudad (701 a.C)
La piscina fue reconstruida en el siglo I a.C. y permaneció en uso durante la época de Jesús, es decir, en el siglo I d.C.
En esa época, tenía una longitud de unos 60 metros y tres escalones que permitían su acceso.
La importancia del agua tenía su escenificación festiva particularmente en una de las tres mayores festividades judías: La «Fiesta de los Tabernáculos» o Fiesta de la cosecha.
Todos los varones adultos que vivieran en un radio de unos 30 kilómetros de la ciudad estaban obligados a asistir.
En el último y gran día de la festividad que duraba una semana, un sacerdote del Templo de Jerusalén tomaba una jarra de oro de un litro aproximadamente de capacidad y descendía al estanque de Siloé para llenarlo.
Después desfilaba ante la multitud aglomerada por las calles pasando por la «Puerta del Agua» mientras la muchedumbre entonaba el himno «Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de salvación» Isaías 12:3
Esta ceremonia concluía en el Templo y el agua era derramada solemnemente sobre el altar mientras los coros de levitas servidores del Templo entonaban acompañados de instrumentos el Halel (Salmos 113 al 118)
Toda esta festiva y gozosa ceremonia era vívida y reconocida gratitud por el don divino del agua y una oración para suplicar su provisión futura.
Fue precisamente en una ocasión semejante, cuando Jesús, en el periplo final de su ministerio y después de llegar discretamente a esta ocasión festiva, se significó públicamente con estas palabras de un profundo significado y sentido para la necesidad básica de nuestra alma.
«En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.» Juan 7:37-39
Es como si Jesús hubiera dicho «Agradecéis y glorificáis a Dios por el agua que calma la sed de vuestros cuerpos, vivifica vuestros cultivos e higieniza y provee alimento. Venid a mí, si queréis el agua que saciará la sed de vuestras almas.»
Del mismo modo que sin agua no hay vida, (consideremos que el cuerpo humano contiene de un 60% a 70% de agua) El alma tiene se de Dios con total dependencia.
Una información cabal acerca de la clase de agua que necesita nuestra alma se cita en la conversación de Jesús con una aldeana de Samaria que vino a recoger agua de un pozo:
«Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla.» Juan 4:13-15
El Señor puede dar a toda persona que cree en Él, la fuerza vivificadora del Espíritu Santo para que sus pensamientos, emociones y sentimientos se purifiquen y sean revitalizados para ser colmados de una vida nueva.