Regalar y recibir regalos forma parte de la condición humana y particularmente de una necesidad de agradar y ser agradado.
Cuando esto se relaciona con la niñez, el sentimiento y la emoción aumentan y si a ello se añade el factor sorpresa el resultado es emocionalmente gratificante y deseable.
En la sociedad occidental el proveer de regalos en Navidad viene a equipararse con los regalos que los magos de Oriente ofrecieron al niño Jesús en señal de respeto y reconocimiento como el mesías esperado.
Otras tradiciones paralelas se suman a esta disposición generosa que el comercio capitalista ha fomentado y potenciado al máximo creando la paradójica situación de que no regalar ni recibir puede ser frustrante.
Tanto tienes y das, tanto vales o nada.
En España, a mediados de los años cincuenta se introdujo, como en todo el primer mundo, la figura generosa y enigmática del Papa Noel potenciada comercialmente en los EE.UU. pero que recogía a su vez tradiciones muy antiguas de Europa para relacionar sibilinamente el «regalo del nacimiento de Jesús» en la fecha del 25 de diciembre con la creación de la necesidad también de potenciar el consumo… y llevamos más de setenta años así.
Títulos identificativos como Papa Noel, Santa Claus, San Nicolás, son algunos nombres con los que se conoce al esperado y misterioso personaje.
Esta festividad y sus personajes formaban parte del antiguo mito solar del solsticio de invierno al que el cristianismo oficial de la Iglesia de Roma sincretizó con la figura del obispo cristiano de origen griego llamado Nicolás, que vivió en Anatolia, en los valles de Licia (actual Turquía)
Este Nicolás, que nación en el siglo III, no tenía ni idea de que, siglos después de su muerte, se lo conocería como Santa Claus.
Era solo un hombre que amaba a Dios y se interesaba por las personas, y lo conocían por su generosidad y sus buenas obras.
Cuenta la leyenda que, cuando se enteró de que una familia estaba pasando una gran necesidad financiera, Nicolás fue a su casa de noche y arrojó una bolsa de oro por una ventana abierta, la cual cayó sobre un zapato o calcetín que se calentaba junto a la chimenea.
Pero esto no deja de ser una leyenda.
Sin embargo, la figura oronda del Papa Noel tal y como todos la conocemos en la actualidad nació en 1931, por encargo de la agencia de publicidad de Coca-Cola al dibujante Haddon Sundblom.
Para ello, el ilustrador se inspiró en el poema «A visit from St. Nicholas» de Clement Clark Moore-
El objetivo era crear un personaje a medio camino entre lo simbólico y lo real, la «personificación del espíritu navideño» y la supuesta «felicidad» en el consumo consecuente de Coca-Cola.
Bien que lo ha logrado en esta «aldea global» desinformada y manipulada con fines no muy claros con respecto a la supuesta obtención de la felicidad por medio de consumibles.
Regalar está bien, otorgar dones mejor y más cuando no lo hacemos con la intención de ser equitativamente recompensados. Puede ser este el profundo sentido del «espíritu navideño«
Mucho antes de Nicolás, el apóstol Pablo urgió a los creyentes de Corinto a ser dadores alegres.
«Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre» 2ª Corintios 9:7
Les escribió sobre las necesidades económicas de sus hermanos en Jerusalén y los animó a ofrendar con generosidad.
El apóstol Pablo les describe los beneficios y las bendiciones que reciben aquellos que dan de lo que tienen.
«Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará.» 2ª Corintios 9:6
Como resultado de su generosidad alegre serían «enriquecidos en todo» y Dios recibiría honra.
«Para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios.» 2ª Corintios 9:11