De aliento y realización son las celebraciones si éstas conllevan la valoración de los objetivos obtenidos ya sean de años, logros económicos, relaciones restauradas, encuentros inesperados y largo etcétera de motivos.
En el caso de hoy, es más el recordatorio oportuno de una utopía que un logro obtenido y nos pondría, ante la realidad que vivimos a nivel global, no de celebrar, sino de abrirnos los ojos a lo que podríamos llamar la «injusticia social«
Sólo unos pocos países, con democracias más avanzadas, han hecho significativos y notables progresos en administrar sus recursos para que provean una efectiva igualdad de oportunidades para todos.
Pero ante esta minoría se extiende como una lacra la triste realidad de la necesidad más irrebatible, agobiante y dañina de los «Derechos humanos»
La justicia social es un concepto completo que abarca temas como: La igualdad social, la igualdad de oportunidades, el estado del bienestar, la pobreza, las reivindicaciones laborales, la igualdad de la mujer, entre muchos otros y que tienen como dirección común la construcción de una sociedad más equitativa y menos desigual.
Todo ello es deseable y debería ser la referencia y el motor que guiara a todos los gobiernos de las naciones.
La justicia social está basada en la equidad y es imprescindible para que cada persona pueda desarrollar su máximo potencial para una sociedad en paz.
La justicia social se enfoca, generalmente, en la repartición justa y equitativa de los bienes y servicios básicos necesarios para el desarrollo de una persona en la sociedad como el bienestar socio afectivo, la educación, la salud y los derechos humanos, asegurando así la dignidad de todas las personas y la cohesión social.
¡Qué gran aspiración y que noble objetivo!
Con la amplitud y profundidad que tiene la palabra «justicia» queremos definir aquel referente de rectitud que gobierna la conducta y nos lleva respetar los derechos de los demás, aquel valor que nos inclina a obrar y juzgar, teniendo por guía la verdad y dando a cada uno lo que le pertenece.
La justicia como valor democrático es un nivel que se desea alcanzar y está vinculado estrictamente al valor del bien general.
Las leyes asignadas al pueblo de Israel tenían una legislación clara con respecto a la justicia social en épocas antiguas con clara diferencia a las naciones y culturas contemporáneas.
Eran leyes justas dictadas por Dios para soslayar en lo posible las desigualdades que las hambrunas, guerras, invasiones, deportaciones y otras calamidades azotaban a una humanidad caída y esclava del pecado.
Las mismas «Leyes del Jubileo» (Levítico 25) permitían valorar la tierra parcelada en función de los años que restaran para ser librada. Cada 50 años la tierra volvía, libre de deudas, a sus antiguos y primigenios propietarios, con el fin de reanudar un efectivo y nuevo ciclo económico y evitar los latifundios.
Citando solo algún pasaje de la Biblia en los que se orientaba al pueblo hebreo para proveer recursos ante las situaciones de desigualdad que se producían en su sociedad.
«El que escarnece al pobre afrenta a su Hacedor; Y el que se alegra de la calamidad no quedará sin castigo.» Proverbios 17:5
«El que oprime al pobre afrenta a su Hacedor; Mas el que tiene misericordia del pobre, lo honra.» Proverbios 14:31
«Yo sé que Jehová tomará a su cargo la causa del afligido, Y el derecho de los necesitados.» Salmo 140:12
«No harás injusticia en el juicio, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande; con justicia juzgarás a tu prójimo.» Levítico 19:15
«Así ha dicho Jehová: Haced juicio y justicia, y librad al oprimido de mano del opresor, y no engañéis ni robéis al extranjero, ni al huérfano ni a la viuda, ni derraméis sangre inocente en este lugar.» Jeremías 22:3
«Oíd esto, los que explotáis a los menesterosos, y arruináis a los pobres de la tierra, diciendo: ¿Cuándo pasará el mes, y venderemos el trigo; y la semana, y abriremos los graneros del pan, y achicaremos la medida, y subiremos el precio, y falsearemos con engaño la balanza, para comprar los pobres por dinero, y los necesitados por un par de zapatos, y venderemos los desechos del trigo?» Amós 8:4-6
Teresa de Calcuta, Martin Luther King, Mahatma Ghandi, Nelson Mandela son algunos nombres más recientes y conocidos, pero la lista sería interminable de los más destacados o los millones de desconocidos que se han significado a lo largo de la historia por su lucha por y a favor de la justicia social por la libertad, la igualdad, la salud, etc…
En definitiva, para una distribución justa y equitativa de los bienes básicos necesarios para el desarrollo de los seres humanos en todas las épocas.
La enseñanza imperativa de Jesús en el Sermón del Monte es un llamado reconocible a la atención hacia nuestro prójimo que no deja lugar a escape a cualquiera que diga o quiera ser su discípulo.
«Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.» Mateo 5:6
Ante el deseo de justificación de un legislador judío de decir desconocer a quien debía alcanzar el bien que pudiera hacer, Jesús le contestó diciendo:
«¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.» Lucas 10:36-37
Más allá de lo que los gobiernos de las naciones quieran o puedan hacer, se hace necesario e imprescindible que cada individuo sea consciente de la importancia de ser un elemento básico, por pequeño que sea, para el desarrollo de la justicia social en su entorno inmediato.
«En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.» Hechos 20:35